MADRID, España.- Lino Tomasen, conocido como “el hombre de hierro cubano”, ha llevado su singular historia de fuerza a los corazones de muchos. A través de su testimonio, compartido con CubaNet, revela una infancia marcada por la superación y una enseña, para él fundamental, transmitida por su padre: “la fuerza evita los problemas, la debilidad los crea”.

Desde temprana edad, Lino se dedicó a fortalecer su cuerpo de una manera poco convencional: propinándose martillazos. Esta práctica, que para muchos parecería incomprensible, se convirtió en la base de su fuerza física y mental.

Lino nació con dificultades, incluso se le consideró muerto al nacer. Su padre le dio la energía que lo trajo de vuelta a la vida.

“Bueno, yo nací muerto. Mi padre les dijo a los doctores, ‘tienen que sacarlo antes de tiempo, porque viene con doble circular en el cuello’, y mi padre es un gran médico. Entonces los médicos veían que yo venía bien y ahí me dejaron una hora hasta que se dieron cuenta de que algo pasaba porque yo no nacía. Le hacen cesárea a mi madre y se dieron cuenta de que yo estaba muerto. Venía con doble circular en el cuello. Me ponen en una bandeja y le dicen a mi padre, ‘Lino, tenía razón, su hijo acabar morir’. Mi padre apartó al médico y me dio energía, y cuando me dio energía, vuelvo a revivir”, relata.  

Su infancia, en palabras suyas, fue feliz y marcada por el amor de “unos padres extraordinarios”. Desde la escuela destacó por su fuerza, defendiendo a aquellos que lo necesitaban.

Esta fuerza, considera, proviene de Dios. No se dedica a los ejercicios convencionales, sino que su entrenamiento se basa en alrededor de 4.000 martillazos diarios con una pesada mandarria. Dicha práctica le ha otorgado una resistencia fuera de lo común, llevándolo a desafiar a los más fuertes, tanto de Cuba como del mundo.

Sobre ello, y sobre los hechos que lo llevaron a la popularidad, relata: “Realmente mi fama comenzó después de que alguien subió un video mío con el equipo de boxeo y más adelante con el equipo de lucha, con los temidos luchadores cubanos”.

Sobre el día de su encuentro con los luchadores, continúa: “Ese día yo llegué al Cerro Pelado y estaban todos allí, incluido Mijaín López. Yo llevaba una caja de cervezas y dije, ‘quien logre hacer plancha con el que más pese de todos ustedes se gana la caja de cerveza’. Y bueno, hice cinco planchas con Mijaín López encima de mí”.

La vida de Lino tomó un giro significativo cuando decidió abandonar su carrera como peleador. Después de un último combate trágico en México, donde lamentablemente su oponente perdió la vida, Lino se comprometió a dejar atrás la violencia y dedicarse a ayudar a los demás. Su transición hacia la ayuda humanitaria marcó un nuevo capítulo en su vida, uno que lo llevó a repartir alimentos a los necesitados.

Entre las personas a quienes Lino ha ayudado está Fernando, “el príncipe del piano”. “Caso especial fue el del pianista Fernando, porque me contacta un muchacho, el dueño del paquete en Cuba, y me pidió el favor de ayudar a Fernando. Tuve que buscarlo mucho. Cuando lo encontré me acerqué a Fernando y le pregunté, ‘¿qué tú necesitas?’. Se me quedó mirando y empezó a llorar. Le di todo el dinero que tenía en encima, el dinero de una promoción de un trabajo que había hecho, eran como 10.000 pesos, y se lo entregué. Entonces le dije, ‘Fernando, ¿qué sueño tú tienes?’. ‘Antes de morirme lo único que quiero es un piano’, me respondió. Entonces yo compartí su sueño con mis seguidores y se materializaron cuatro pianos y dos pianolas”.

En conversación con CubaNet Lino deja un mensaje al mundo: “Que siempre tenemos una segunda oportunidad para cambiar nuestra vida y hacer de nuestro mundo un mundo mejor. No a la violencia, no a la guerra, no a la droga, no a la traición, sino querernos como hermanos”.

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